EL DESPERTAR
Sólo quiero la luz:
estar atento
a cada amanecer, vivir
despacio frente a la claridad
que nos deja un destello
inequívoco y frágil.
Beber el fruto
de las cosas primeras,
sólo el fruto.
Despertar y
como un recién nacido
imaginar la vida
estrenada y distinta.
Solo así, con el pecho
transparente y desnudo
del cristal, con
el caudal de un río
derramado
en los brazos del tiempo.
FUSIÓN
Vive en mí. Que
no importen los límites donde
reconocemos nuestros cuerpos
en la derrota del abrazo.
Fúndeme en ti. Que
seas ya el camino
donde una luz me ciega
hasta el vacío de tu boca.
Fundámonos como esa agua
que navega hacia el barro,
que no conoce la derrota
hasta que logra
ser transparente en otro abismo,
clara como tu cuerpo, clara siempre.
LAS MANOS
Las manos no tienen
posibilidad de tocar
la claridad. Son inocentes
cuando nos acarician
en el brote del fuego.
Pero ahora,
en el deseo de tus labios,
las manos rozan
el pulso de mis ojos,
la transparencia del cristal,
el inhóspito bosque de la sangre
al reclamar el río
donde la sombra duerme.
Las manos saben dibujar
senderos en tus hombros,
dominios de metal
entre tus piernas,
lagunas que se incendian cuando
un lento mar sacia la noche.
Una mano es un trozo del deseo
celebrando en el alma. Habita
en el tenue pálpito de las palabras
que no se dicen. Huelen la tempestad
de un colibrí desnudo. Navegan
por el proceloso camino de las aguas.
Manos como cuchillos, manos
densas en la planicie de tu vientre,
manos acorraladas por centurias de nieve.
Emanación de una caricia
en el dominio de las horas.
SECRETO
No hay tiempo, ni color
ni espacio
para vivir;
no hay precipicio vano,
ni hay destino insalvable,
no hay olvido
en la codicia
que invade con mi ser todos los firmes
derroteros del cuerpo.
No hay caminos
en tus labios,
no hay ni siquiera valor.
Tan sólo me hago brisa
en ti, y renazco y me alejo,
y reconstruyo el mundo
donde habitamos
el oficio de vivir
sencillamente.
ÍNTIMO ABECEDARIO
¿Quién derrota en mi sangre los abismos
de un viento irrepetible? Sale
el sol desde el fondo
soterrado del tiempo, donde
ha derramado una luz que se enciende
en la mirada.
¿Quién escribe en el renglón del fuego
los signos de la llama? Viven
los caminos del viento
un lenguaje de niebla.
AMANECIDA
Despierto lentamente,
como un cuerpo que fluye
en la densa soledad de las manos,
en el tacto perdido
entre las blancas sábanas,
en el oculto mundo de tus brazos.
Tranquilamente viajo hasta tu cima.
Bebo palabras
que se esconden en sílabas pequeñas.
Recibo la condena de tus ojos
cuando me miran. Salgo
por la calle del agua
hasta cruzar la noche y caigo
en la espuma del tiempo detenido
en los puentes donde una voz
me llama. Entonces amanece.
DESTINO
Siempre vivimos atrapados
como en el hueco de un camino.
La clara sombra de los árboles,
el sol de una derrota,
la presencia del tiempo derramado
en los deseos que se pierden. Algo
nos abandona
cuando las aguas de ese río
destruyen lo que amamos,
cuando el tiempo
ya no nos nombra
en sus páginas libres y desnudas.
Escogemos un mundo de imposibles
anhelos, una quimera triste
que no nos pertenece. Mueren
los días que vivimos
encendidos y libres
en el alto secreto de las cosas.
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